En muchos casos, los bibliotecarios se han convertido en maestros en la formación sobre el uso de los servicios digitales y muchas bibliotecas se han transformado en centros de capacitación tecnológica que ofrecen formación gratuita o a bajo coste a través de una amplia variedad de medios. Los bibliotecarios de hoy son más que administradores de libros, vídeos y archivos digitales, sino que también son miembros clave de la comunidad y de sus relaciones públicas. Muchos centros organizan y acogen eventos de la comunidad, y se configuran como sistemas fundamentales para fomentar la interacción y para aumentar la calidad de los materiales disponibles para sus usuarios generando servicios de valor añadido (Rendón, F, 2013).
Según J.L. Martin, la
alfabetización informativa es un concepto fluido, formado por nuestras
experiencias, y cambios en nuestra sociedad de la información (Martin, J. L.,
2013). La cantidad de información disponible en Internet es asombrosa, buscar y
encontrar las mejores vías para la investigación y el acceso a las
publicaciones digitales es abrumador sin la guía de alguien que hace su trabajo
desarrollando ese tipo de habilidades de una manera fiable; en este contexto
los bibliotecarios somos buenos conocedores de las necesidades de información,
de las fuentes y de los sistemas de recuperación de la información.
Actualmente, los profesionales de la
información tenemos la alta responsabilidad de mantenernos al día de los
últimos desarrollos a través de todas las tecnologías y medios, mientras que
todavía seguimos proporcionando funciones del bibliotecario tradicional en la
biblioteca física. Simplemente nuestras tareas se han transformado y adaptado
para satisfacer las necesidades del entorno de la información cambiante que
conlleva la ventaja de conocer lo último en gestión de la información y el
desarrollo de competencias sobre la recopilación, organización y gestión de la
información. En alguna manera actualmente los profesionales de la información
somos más valiosos que nunca antes para nuestras organizaciones y comunidades,
debido a que disponemos de un amplio conocimiento, experiencia, habilidades de
relaciones con la comunidad, y sobre la transmisión de conocimientos, en un
contexto en el que un valor fundamental tan importante, ahora como siempre, es
cualquiera de las alfabetizaciones sociales desarrolladas por las bibliotecas y
los bibliotecarios.
Hace poco la Asociación Internacional de
Asociaciones Profesionales de Bibliotecas y Bibliotecarios (IFLA) publicó un
informe “¿Surcando las olas o atrapados en la marea?” (IFLA, 2013) sobre las 5
tendencias que cambiarán nuestro entorno de información. En la tendencia núm. 1
habla de que el universo digital en constante expansión concederá mayor valor a
la formación de habilidades de alfabetización informativa como la lectura
básica y las competencias con herramientas digitales, advirtiendo que las
personas que carezcan de estas habilidades enfrentarán obstáculos para su
inclusión en una creciente gama de áreas. La tendencia núm. 2 considera
que la rápida expansión global de la información y los recursos educativos en
línea harán más abundantes las oportunidades de aprendizaje, al ser éstas más
baratas y accesibles, además de generar un mayor reconocimiento a la
educación no formal e informal (Martín Hernández, Silvia, 2013). La tendencia
enumerada como núm. 5 pone de manifiesto que la proliferación de dispositivos
móviles hiperconectados va a transformar la economía global de la información.
Los modelos de negocios de diversas industrias experimentarán cambios generados
por innovadores dispositivos que ayudarán a las personas a continuar
económicamente activas desde cualquier lugar en el futuro. Es decir 3 de las
cinco tendencias tienen que ver con lo que aquí exponemos: información digital
y aprendizaje, que sin lugar a dudas se configuran como tendencias ineludibles
en un futuro próximo.
Es evidente que la lectura digital
requiere nuevas competencias, las propias de un sistema intermediado tecnológicamente
en el que los dispositivos de lectura y las formas de esta exigen
comportamientos y actitudes de los usuarios que es preciso conocer y trabajar
por parte de quien atendemos tan importante tarea. En este contexto existe
una necesidad de intervención de la biblioteca en la formación de los usuarios
tanto en el uso de tecnologías de la información de carácter general como de
dispositivos y aplicaciones de lectura con carácter particular, ilustrando al
usuario sobre las posibilidades recreativas y educativas de la misma.
Por ello
es fundamental la tarea alfabetizadora, mediante la organización de actividades
demostrativas del uso de dispositivos, aplicaciones y eficiencia en la búsqueda
de información. El trinomio, formación-dinamización-servicios se articula como
el eje en torno al cual pivota la acción de la biblioteca para un uso óptimo de
sus colecciones y un aprovechamiento gratificante y comprometido por parte de
sus usuarios. (Cordón-García, J. A., J. Alonso-Arévalo, et al., 2013)
La socialización de la experiencia de
lectura conlleva un componente tecnológico que no ha de representar una
barrera, sino una oportunidad para la creación de nuevos horizontes en los
usuarios, acordes con la filosofía 2.0, en la cual la biblioteca es la garante de
que la brecha digital implícita se transforme en saber asimilado, compartido y
disfrutado. Por ello como profesionales comprometidos con nuestra tarea debemos
ser punta de lanza y conocer las posibilidades de este nuevo ecosistema para
poder transmitir estos conocimientos entre nuestros usuarios.
Acaba de publicarse un informe elaborado
por la agencia Pew Research sobre la valoración que tienen los estadounidenses
de sus bibliotecas. Los resultados ponen de manifiesto que valoran fuertemente
el papel de las bibliotecas públicas en sus comunidades, tanto para facilitar
el acceso a materiales y recursos como para promover la alfabetización y la
mejora de la calidad de vida en general. La mayoría de los estadounidenses
dicen que sólo han tenido experiencias positivas en las bibliotecas públicas, y
valoran muy positivamente los recursos y servicios bibliotecarios. Entre los
servicios que destacan citan el acceso a libros y medios de comunicación; tener
un lugar tranquilo y seguro para pasar el tiempo, leer o estudiar, y recurrir a
los bibliotecarios para ayudar a la gente a encontrar información. Y
precisamente son los sectores sociales más desfavorecidos como mujeres,
afroamericanos, hispanos, y adultos que viven en hogares de menores ingresos y
con los niveles más bajos de renta y formación los más proclives a opinar que
todos los servicios de la biblioteca son “muy importantes”. (Zickuhr, K., L.
Rainie, et al., 2013)
En cuanto a los servicios de información
digital, si tomamos como referencia lo que esta aconteciendo en Estados Unidos
a tenor de los datos del informe de “Library Journal”, 9 de cada 10 bibliotecas
públicas estadounidenses ofrecen libros electrónicos a sus usuarios, y la
circulación de libros electrónicos en las bibliotecas públicas estadounidenses
se duplicó de 2010 a 2011 y se cuadruplicó de 2011 a 2012 con 72 millones de
préstamos de libros electrónicos en EE.UU, lo que pone de manifiesto un futuro
eminentemente digital en el que es prioritaria la intervención formadora del
bibliotecario.
En nuestro país las bibliotecas universitarias disponen de
recursos electrónicos desde hace más de una década, el libro electrónico forma
parte de ésta llamada tercera revolución digital, y se está incorporando
progresivamente a nuestros servicios; aunque sería más propio hablar de un
concepto más amplio como es el de lectura digital, que implica la introducción
de una tecnología disruptiva que está cambiando los modos y maneras de todos
los elementos de la cadena editorial, desde las formas de escritura mediatizadas
por un concepto de inmediatez, con mensajes más directos propios de la cultura
digital, hasta los procesos de edición, de comercialización, difusión, consumo
y aprendizaje, llevando a nuevas experiencias de usuario que se incorporan a
las precedentes experiencias del contexto analógico. En absoluto incompatible,
como muy a menudo, con un criterio poco acertado, se pretende presentar
enfrentando lo impreso a lo digital como si se tratara de horizontes
absolutamente irreconciliables. Casi todos los estudios realizados en los
últimos años precisamente presentan al lector digital como un lector intensivo,
que frecuentemente y sin complejo transitan de lo analógico a lo digital, y
viceversa.
Se trata fundamentalmente de un concepto de libro profundamente redefinido
en el contexto digital, en el que la unidad de referencia no es el biblion sino
los datos y los metadatos. Esto no quiere decir que el entorno digital destruya
el libro pero si que lo transforma profundamente, inscrito en una lógica que
sobrepasa el soporte unitario para configurar una diversificación cada vez
mayor de productos y servicios.
Muchos de los conceptos de
alfabetización se han presentado como respuesta a los nuevos entornos sociales
y tecnológicos. El mundo está bajo la influencia de tres tendencias
principales: el desarrollo de las tecnologías de la información y la
comunicación, la transición hacia una sociedad del conocimiento y el nuevo modo
de aprendizaje de la Generación Net.
Estas tendencias han generado un cambio en
el paradigma educativo, dando lugar a la necesidad de cultivar nuevas
competencias para los ciudadanos en las sociedades del conocimiento. En 2001
Prensky acuñó el término “nativos digitales”, apuntando que la generación de
estudiantes nacidos en los años 1980 y 1990, para referirse a aquellos que
están tan inmersos en el uso de las tecnologías digitales, que piensan, actúan
y se sienten motivados de manera diferente a las generaciones anteriores.
Los nativos digitales también se han descrito como “Millenials” (Howe y
Strauss, 2003) y como miembros de la “Generación net” (Tapscott, 1998). Estas
etiquetas, junto con su determinismo tecnológico, tienen debates polarizados en
la educación sobre la adaptación de los métodos de enseñanza a los diferentes
estilos de aprendizaje y las nuevas tecnologías de los medios de comunicación.
Los críticos de Prensky destacan sus “cimientos débiles empíricos y teóricos”
(Bennett, Maton y Kervin, 2008, p.777) y estas mismas críticas podrían hacerse
en contra de su último libro, «Teaching Digital Natives: Partnering for Real
Learning» (2010). Sin embargo, Prensky escribe con una excelente integridad
práctico-vivencial que se hace aún más evidente en su última oferta
pedagógica. Pensky ofrece un enfoque pragmático para replantear el uso de
la tecnología, tanto en experiencias de aprendizaje de los profesores como en
los estudiantes.
El modelo de “Alianza” de Prensky ofrece una manera para
que los maestros transformen los teléfonos móviles, las redes sociales, los
videojuegos y otras tecnologías de medios digitales para convertirlos
de ”enemigos” de la educación en aliados potenciales que se incorporan a
los procesos formales de formación del conocimiento. La pedagogía de asociación
anima a los maestros para que los estudiantes usen cualquier tecnología a su
disposición para motivar positivamente al alumno hacia el aprendizaje. Lo que
suena como un enfoque muy simple en realidad es bastante complejo de lograr, y
mientras las teorías de Prensky es poco probable que cambien la opinión de quienes
sostienen que las conferencias, exámenes, ensayos y el “jardín vallado” del
aprendizaje de sistemas de gestión son el pináculo de la educación. Para
quienes están de parte de la experiencia tecnológica, que buscan ganar la
atención, el respeto, y ese elemento casi mítico el “compromiso” de sus alumnos
hay algunas estrategias básicas útiles que pueden encontrar en su obra.
El propio Steve Jobs, según cuenta su
bibliografía oficial (Isacson, W. 2001), hace referencia a los planes de Apple
para la expansión de su modelo de negocio hacia esta área, con la finalidad de
convertir el IPAD en el único libro que portarían los niños en su mochila. Jobs
había fijado los libros de texto como el siguiente campo que quería
transformar, pues consideraba que el negocio de los libros de texto impresos
iba a ser sustituido por materiales educativos digitales, y que esta industria
a pesar de generar 8.000 millones de dólares al año, estaba a punto de “quedar
arrasada” por la revolución digital. (Alonso, J, Cordón, J-A ; Gómez, R, 2012).
Fallecido Jobs, Apple presentó una herramienta intuitiva iBooks2 autor, que
permite la elaboración de libros de texto digitales a partir de obras
protegidas bajo licencias Creative Commons, tales como la Wikipedia y bancos de
datos e imágenes que autorizan la reutilización de contenidos para usos no
comerciales.
En España, uno de los instrumentos que
mejor fundamenta y da fe de este cambio es el informe Hábitos de Lectura y
Compra de Libros (Ministerio de Educación, 2012). Pero no es hasta 2010 cuando
se introduce una variable nueva en los estudios, esto es, la forma en que se
lee, PC, móvil, e‐reader, etc. lo que evidencia el cambio en los hábitos y la
importancia que cobra desde este punto de vista.
También ya son muchas las experiencias
en las que los dispositivos de lectura tienen una presencia cada vez mayor en
las aulas. Algunas instituciones ya se han adelantado a este proceso siendo
conscientes de los beneficios que les puede reportar el libro de texto
electrónico. Es el caso del Center for Instructional Development & Distance
Education de la Universidad de Pittsburgh que ha iniciado un proyecto para la
creación, distribución y utilización de libros electrónicos a través de
plataformas para ofrecer material multimedia mejorado para cursos, que sirvan
como sustitutos o suplementos de los tradicionales libros de texto. Empresas
como Amazon y Apple en Estados Unidos o Papyre en España, han desarrollado y
promovido experiencias de carácter educativo con vocación de explorar este
mercado en expansión.
También existe una amplia gama de
aplicaciones de apoyo a la enseñanza y el aprendizaje, incluyendo muchas de las
aplicaciones que han sido desarrolladas por instituciones y desarrolladores. Un
número importante de colegios y universidades han comenzado a experimentar con
dispositivos móviles tanto en proyectos integrales como en proyectos piloto a
pequeña escala. En España el programa Territorio Ebook de la Fundación Germán
Sánchez Ruiperez (FGSR) está desarrollando una experiencia de uso de IPad con
profesores y alumnos en Institutos de la provincia de Salamanca con resultados
muy satisfactorios por parte de ambos. El llamado Proyecto Dedos: tabletas
digitales en el aula, está siendo desarrollado por el Centro Internacional de
Tecnologías Avanzadas (CITA) de la FGSR.
Por otro lado, aunque en relación con lo
expuesto, la introducción de dispositivos móviles también está cambiando las
pautas de trabajo de la biblioteca. Actualmente muchas bibliotecas de Estados
Unidos han sustituido el mostrador de referencia por bibliotecarios de
referencia itinerantes equipados con un dispositivo móvil, que atienden al
usuario en sus necesidades “in situ” flexibilizando de esta manera las tareas
de instrucción. Así los servicios de referencia son cada vez más móviles gracias
a las tecnologías que permiten a los bibliotecarios ampliar los puntos de
servicio y oportunidades de difusión. La capacidad multifuncional de las
tabletas hace que sean una herramienta ideal para los servicios de referencia.
El dispositivo es a la vez un catálogo móvil, un navegador Web con todas las
funciones posibles, una calculadora, un lector de libros electrónicos, una
herramienta de dictado, un lector de códigos QR, un reproductor de música, y
mucho más. Las tabletas son utilizadas principalmente como una forma itinerante
de referencia por los bibliotecarios de referencia. En los usuarios se
transmite la impresión de que el bibliotecario es técnicamente más accesible;
ya que los bibliotecarios equipados con tabletas pueden acceder a la
información sin forzar al estudiante a localizar y acceder a un ordenador de
sobremesa. Además los bibliotecarios también dicen sentirse más cómodos y
perciben que el usuario también lo percibe así, lo que proporciona un
servicio más eficiente (Educase 2011).
Con el aumento de la lectura digital se
ha producido un aumento de los estudios de usuarios. Existen encuestas sobre un
universo más amplio de población como las realizadas por el IDPF, Springer
(Springer, 2009), Publishers Communication Group (2009); Centre for Information
Behaviour and the Evaluation of Research (CIBER, 2007), etc. “The rise of e‐reading” (Rainie, L.,
Zickuhr, K., Purcell, K., Madden, M. and Brenner, J., 2012) que de alguna
manera demuestran y analizan los hábitos y el
crecimiento de la lectura digital. Aquellos que leen libros electrónicos se
destacan en casi todos los aspectos sobre otros tipos de lectores: el 88% de
los que han leído libros electrónicos en los últimos 12 meses también leen
libros impresos. Y en comparación con otros lectores de libros, leen más
libros. Leen con mayor frecuencia por una serie de razones: por placer, para la
investigación, conocer temas de actualidad, y para su trabajo o estudios.
También son más propensos que otros a comprar los libros más recientes, en
lugar de recurrir al préstamo, y son más propensos que otros a decir que
prefieren comprar libros en general. El lector medio de libros electrónicos,
dice que ha leído 24 libros de media en los últimos 12 meses, en comparación
con un promedio de 15 libros por año que lee el consumidor de libros impresos.
La lectura de libros electrónicos se realiza a través de una amplia gama de
dispositivos: ordenadores, lectores de tinta electrónica (eReaders) smartphones
y tabletas. Estos resultados son acordes con un sistema de enseñanza cada vez
más flexible basado en el aprendizaje y la investigación .En este contexto los
libros de texto digitales cada vez gozan de mayor aceptación.
El sector de los libros de texto
académicos es uno de los más prometedores a tenor de las investigaciones y
prospecciones efectuadas al respecto. Los estudiantes perciben los materiales
electrónicos como elementos potenciadores del aprendizaje debido al incremento
de prestaciones. Cada día se desarrollan nuevos proyectos, y todos ellos
exploran la senda digital. Los resultados, sin embargo, muestran que el camino
por recorrer, aunque necesario e inevitable, ha de superar todavía las
dificultades e incertidumbre propias de los sistemas emergentes y los cambios
de modelo. (Cordón, Alonso, Gómez, Berrocal, 2013)
En este contexto el libro como objeto
deviene en libro como servicio, lo que obedece a lógicas de aprendizaje
reticulares que cada vez se disocian más de la enseñanza lineal propia del
libro impreso, del que hasta ahora ha sido contraparte de negro sobre blanco; y
que se integra perfectamente en el moderno concepto de aprendizaje; donde prima
la flexibilidad de acceso sobre los contenidos, la integración multimedia, los
modernos sistemas de geoaplicaciones, la lectura en la nube y hasta la realidad
aumentada; a través de una nueva lógica basada en un nuevo enfoque digital, que
ofrece un servicio que no concluye con la publicación de la obra sino que con
esta inicia un sistema de intervenciones que favorecen su inserción en un
contexto académico y científico más amplio.
Son muchos los estudios desarrollados
que contraponen los dos sistemas de aprendizaje entre lo analógico y lo
digital, según Anne Mangen, el cerebro humano mejora en su rendimiento
cognitivo cuando el texto está íntimamente ligado al soporte físico que lo
contiene. La lectura es una función cerebral multisensorial, no sólo visual
(Mergen, A,, 2011). Según otros autores, el soporte digital favorece la lectura
disgregada, breve, sin atención. Sin duda el nuevo contexto apunta hacia una ruptura
con el soporte impreso que traerá nuevas prácticas de aprendizaje cada vez más
alejadas de la lectura lineal y más próximas a narrativas reticulares
proporcionadas por las capacidades de la integración entre hipertextualidad,
multimedia, y realidad aumentada que abren nuevos escenarios para la
adquisición de conocimientos, en dispositivos, que con un solo toque de
pantalla, facilitan la interacción, la exploración y la investigación en
profundidad (Alonso, J, Cordón, J-A ; Gómez, R, Alonso, J.L.2013).
En conclusión, se considera como
evidente una formación imprescindible para un uso adecuado las prestaciones
electrónicas. Formación no sólo en el uso de los contenidos, sino también en el
del propio dispositivo de lectura cuyas prestaciones en gran medida se
desconocen. Al igual que la necesidad de incrementar la formación de alumnos y
profesores en el uso efectivo de las prestaciones de las plataformas de
aprendizaje. Todos estos estudios demuestran que las prácticas de lectura y
compra de libros, y de otros documentos, están cambiando sustancialmente y que
el entorno electrónico es el más adecuado para la producción y difusión de
materiales educativos. Y esto supone la asunción de nuevos valores,
inexistentes en la cultura analógica como la existencia de una cultura de lo
abierto, lo social, lo compartido, la copia, la remezcla, o en el caso de los
autores y editoriales, la construcción de reputaciones virtuales
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