La relación de literatura y música ha sido y es una de las más antiguas y fructíferas colaboraciones que se producen entre distintas manifestaciones artísticas. Inicialmente, las artes no cumplían funciones específicamente estéticas ni poseían un ámbito disciplinar propio, sino que tuvieron más bien una función pragmática, ya que eran instrumentos, herramientas. La poesía nació unida a la música y la música estaba destinada al baile, que inicialmente poseía un carácter litúrgico y sagrado. La música, la canción más bien, servía para que se grabaran en la memoria de los miembros de cada comunidad los valores morales, las pautas y normas que organizaban la vida y la convivencia de los pueblos. Canciones y rimas se emplearon primeramente para que se recordaran los comportamientos de los personajes modélicos y ejemplares que servían de modelos de identificación de los valores propios y para que se aprendieran normas de conducta que garantizaban la supervivencia personal y el funcionamiento de los diferentes grupos. Cuando el ser humano sintió la necesidad de expresarse y hacer oír sus sentimientos, utilizó movimientos del cuerpo acompañados de sonidos que progresivamente se fueron enriqueciendo con ritmo, melodía y finalmente con palabras. Haciendo un breve repaso por la historia de la literatura, sea cual sea la lengua a la que pertenezca, se aprecia que, antes de ser escrita, existe una importante tradición de literatura oral, cuentos, historias y leyendas que se han transmitido de generación en generación a través de los tiempos.
Los primeros textos escritos simulaban el ritmo y el estilo de la literatura oral y de las canciones para grupos, ante los que las historias se “cantaban”, haciendo uso de elementos característicos de este tipo de literatura como son repeticiones, aliteraciones, juegos de palabras y, por supuesto, rima. Esta literatura de tradición popular-oral es mucho más libre e individualista que la escrita, el autor-narrador puede extender o resumir el texto a su antojo, siempre que se mantenga fiel al argumento de la historia. La audiencia pública le dictará la forma en la que tiene que contar su historia, en qué lugares detenerse en las descripciones o cómo animar la acción. Cuestiones como el ritmo, la entonación e incluso el volumen y el tono de la voz son primordiales para este narrador, es importante tener en cuenta que, en cuanto a la transmisión y conservación, y como sostiene Mª Dolores Gonzáles, “ritmo y rima son una necesidad; al carecer de libros, hay que impresionar y hacer más fácil el archivo de la memoria” (en Rodríguez, 1993: 30). En estos casos, la voz es la herramienta principal, el medio con el que la palabra evoca imágenes, lugares y personajes, imaginarios o reales. En la narración oral, la palabra toma vida, transmite sentimientos o experiencias diversas, es la forma en la que una simple historia pasa a tener efecto literario, a considerarse como literatura.
Pese a esta estrecha relación inicial, música y literatura evolucionaron por caminos diferentes hasta llegar a establecerse de forma independiente y autónoma, cada una con sus propias características, géneros y autores. Por fortuna, y al igual que el cine o la televisión, la música es otra de las artes que en los últimos años ha vuelto sus ojos a la literatura para ofrecer versiones, adaptaciones incluso traducciones de textos literarios. En este caso, la labor es más difícil, pues el tiempo para tratar de reproducir el contenido o mensaje del texto literario es muy limitado mientras que en el cine se cuenta con dos o tres horas para el mismo fin. Es por esto que el cine prefiere narrar, contar historias como en las obras en prosa, la música se centra en la estética, la metáfora y la brevedad de la poesía. Como un primer acercamiento a esta especial relación entre poesía y música, desde estas páginas se van a ofrecer diferentes ejemplos de lo que la música puede hacer con el texto literario para presentarlo, actualizarlo y difundirlo a través de canciones que en numerosas ocasiones se convierten en éxito de ventas.
Música como contexto a la literatura
Son tantos los factores que influyen en la composición de una obra literaria y en el modo en que ésta es posteriormente recibida que un acercamiento completo debe tener en cuenta cada uno de los elementos que intervienen en el proceso de transmisión y recepción. Para acercarnos al texto y al momento histórico en el que se escribe se ha contado tradicionalmente con la labor del historiador, el crítico literario, el investigador o el profesor de literatura, pero existen también otras formas de entender, interpretar y difundir la literatura. Actualmente, con la existencia de la cultura de masas, las nuevas tecnologías y el mundo audiovisual, surge la posibilidad de conocer y aproximarnos a las obras maestras de la literatura desde otras disciplinas artísticas que adaptan, actualizan y versionan las obras de los grandes maestros de la literatura universal en producto de masas, manteniendo siempre la estética del producto original.
Partiendo de que la música es una manifestación cultural de primer orden que se produce de forma paralela a otras disciplinas artísticas como la pintura, la escultura o la literatura, es por ello que durante el estudio de un período o movimiento artístico concreto es buena idea acompañar al texto con fragmentos musicales, bien como mera ambientación, bien como producto directo del movimiento artístico al que pertenecen. Como ejemplo de este uso de la música, nada más eficaz de oír el conocido himno Pomp and Circumstance de Edward Elgar cuyo título y música sirve para presentar el contexto y la situación histórica de Inglaterra y el Imperio Británico durante el reinado de la reina Victoria (1832-1901). Este himno es una pieza que transmite solemnidad a la vez que pomposidad, conceptos que a través de la música quedan ya asociados a los textos de ese período histórico.
Un ejemplo más cercano a la literatura de habla hispana sería alguno de los muchos palos que tiene el flamenco como complemento o introducción a la lectura de Poema del Cante Jondo de Federico García Lorca (1898-1936), poema compuesto a finales de 1921 como preámbulo al Primer Festival del Cante Jondo que Lorca organiza en Granada con Manuel de Falla en 1922 pero que, sin embargo, no se publica hasta 1931. Una obra tan relacionada con la cultura musical de un pueblo debe, necesita, la aportación musical de su protagonista: el flamenco. Es por ello que para una completa comprensión y disfrute de los poemas que lo componen es necesario apreciar su componente lingüístico pero también saber valorar el componente musical subyacente; es decir, por mucho que leamos el “Poema de la seguiriya gitana” o el “Poema de la saeta” no alcanzaremos a apreciar su verdadero valor hasta que no aunemos música y literatura como dos disciplinas artísticas íntimamente relacionadas con el pueblo y la cultura de la que proceden, razón por la que Lorca, en sus obras de teatro, incluye canciones y rimas populares que forman parte de la esencia y la cultura ancestral de su pueblo.
De hecho, según el propio Federico, el flamenco, al que también se conoce como cante jondo, no es otra cosa que la manifestación particular, directa y viva del sentir de su gente “... no es cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir, de sangre; es decir, de viejísima cultura, de creación en acto. Este “poder misterioso que todos sienten y que ningún filósofo explica” es, en suma, “el espíritu de la tierra” (García Lorca).
Poesía cantada
Durante las últimas décadas se ha producido en España un fenómeno singular dentro de la llamada “canción de autor”, se trata de pequeños homenajes que estos autores-cantantes hacen a poetas más o menos conocidos de la literatura en lengua castellana poniendo música a sus poemas más famosos. Como ejemplo nada más mencionar a Joan Manuel Serrat y su relación con la poesía en lengua castellana, muy conocidas son sus versiones de poemas de Antonio Machado (1875-1939) entre los que destacan “He andado muchos caminos” de Soledades (1899-1907) y también su conocida versión de “La saeta”, canción que ha contribuido a convertir este pequeño poema en universal. Observando el texto original de Machado, se aprecia que el poema comienza con un fragmento de una saeta popular que da pie a las propias reflexiones del poeta sobre la religiosidad particular y el sentir popular durante la Semana Santa en el sur de España. En la canción de Serrat, el propio autor recita estos versos iniciales para luego “cantar” el resto del poema:
“¿Quién me presta una escalera,
para subir al madero,
para quitarle los clavos
a Jesús el nazareno?
No se limita Serrat a la poesía española, sino que también se ofrece a cantar la poesía del uruguayo Mario Benedetti (Paso de los Toros, 1920) a cuya obra dedica la totalidad de su álbum El Sur también existe (1985), los poemas incluidos en este disco son:
- “El sur también existe”
- “Currículum”
- “De árbol a árbol”
- “Hagamos un trato”
- “Testamento de miércoles”
- “Una mujer desnuda y en lo oscuro”
- “Los formales y el frío”
- “Habanera”
- “Vas a parir de felicidad”
- “Defensa de la alegría”
No hay comentarios:
Publicar un comentario