No recuerdo con exactitud el día, ni la hora pero recuerdo
la primer persona quien plantó la semilla de la pregunta que cada año y con
mayor frecuencia se repetía; se trataba de mi médico docente en anatomía que
con mirada firme nos veía a todos mientras repetía la pregunta y que con gran
asombro nos dijo “¿¡No lo han leído!?”
Pues no fue mi firme respuesta que sólo tuve el valor de
decirme en mi mente y que siendo sincera no me provocaba la menor vergüenza. Cada
año por lo menos tres médicos que me daban clases nos hacían la misma en infame
pregunta: “¿han leído El Médico de Noah Gordon?”, pregunta que aborrecí más
incluso que los tediosos exámenes departamentales. Siempre he expresado mi
gusto por la literatura, he amado leer libros desde la infancia pero con el
correr de los años la novela histórica se apoderó de mi corazón y que hasta
ahora es lo que más disfruto leer cuando no me agobia otro artículo médico;
pero “El médico” no me aportaba ni la más mínima curiosidad. Hacía tiempo había
leído un libro llamado “Sinuhé, el egipcio” de Mika Waltari el cual narraba la
vida de un médico egipcio de los tiempos de Akenatón, desde su origen hasta su
introducción en la complicada labor de tratar heridas, dolor e incluso su paso
por la casa de la muerte en un transitorio paso como embalsamador, sus viajes
por Mesopotamia, la medicina de los “salvajes” hititas, la emocionante Creta y
su único amor en la vida: Minea (quien por cierto muere como sacrificio a
Minos), sin olvidar de contar las innumerables campañas militares egipcias en
donde hacía de sanador para finalmente llegar a convertirse en el Gran
trepanador real: quien le da el Glorioso fin a Amenophis IV; me es imposible describir
por completo la emoción que me causó esta lectura, disfruté tanto cada frase,
cada hoja que cuando me sentí obligada a leer “El médico” esperaba que su
calidad fuese tan grande como profesaban mis médicos adscritos y, ¿por qué no?
quizá hasta ser mejor que “mi Sinuhé”.
Así llegó el momento, el día elegido por aquella fuerza
sobrenatural que mueve el universo, misma que me hizo llegar a mis manos el
afamado escrito de Gordon. El ritmo de lectura se volvió lento y fastidioso,
una narrativa pesada en la que te explica mucho y nada a la vez, aportando
datos innecesarios y lo peor aún, ni siquiera asombrosos o curiosos. Continué sin
embargo mi lectura guardándole aún algo de esperanza, ansiaba tanto encontrar
aquella magia que mis maestros decían poseía y que poco a poco cada uno de mis
compañeros de clase se fueron sumando a las filas de culto a Noah Gordon. Hasta
que mi esperanza murió cuando leí el encabezado de la última parte del libro: “El
ciclo se cierra”; ¿eso era todo?
Efectivamente, las últimas cinco páginas fueron igual de
secas que su encabezado. El libro se había terminado. Fue entonces que llegó el
momento de cómo dice mi hermano: “ponerle veneno a las palabras”.
No es por afán de fastidiar ni por querer llevar la
contraria a mis fanatizados colegas, pero Sinuhé me dejó tan conmovida que
realmente esperaba mucho, mucho más del célebre médico Rob J. Cole que su viaje
hasta medio oriente para estudiar medicina junto con Avicena resultó de lo más
simplona y aburrido salvo por dos o tres peleas en tabernas. Cuando por fin
consigue llegar a Isphan me dije “ahora viene lo bueno” (oh decepción), ni las
clases de medicina, ni el Maristán, ni siquiera las conversaciones con Avicena
eran interesantes y peor aún, no aportaba nada de conocimiento médico de la
época salvo por el “mal del costado” que no se trataba más que de una
apendicitis que aún no sabían como curar. De ahí en fuera no había en mi
parecer motivos por los cuales debía sentir fascinación, es ahora cuando me
pregunto ¿por qué mis compañeros y amigos se sienten identificados con Rob J.
Cole? Fue tal vez su determinación a convertirse en médico lo que les atrajo
pero que sin embargo en mi muy personal opinión no hizo más de lo que otra
persona con decisión y voluntad no haya hecho ya.
De esta manera expreso pues mi profunda decepción de un
libro considerado de culto por la sociedad médica que sin darse cuenta le
quitan el verdadero crédito a un libro que es más antiguo que “El médico” y en
mi parecer es mucho mejor que su contemporáneo, por eso es que para mí, “Sinuhé,
el egipcio” es el verdadero médico.
Holy Terry
MIP
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