lunes, 26 de enero de 2015

La Clepsidra mide el tiempo

No recuerdo con exactitud el día, ni la hora pero recuerdo la primer persona quien plantó la semilla de la pregunta que cada año y con mayor frecuencia se repetía; se trataba de mi médico docente en anatomía que con mirada firme nos veía a todos mientras repetía la pregunta y que con gran asombro nos dijo “¿¡No lo han leído!?”

Pues no fue mi firme respuesta que sólo tuve el valor de decirme en mi mente y que siendo sincera no me provocaba la menor vergüenza. Cada año por lo menos tres médicos que me daban clases nos hacían la misma en infame pregunta: “¿han leído El Médico de Noah Gordon?”, pregunta que aborrecí más incluso que los tediosos exámenes departamentales. Siempre he expresado mi gusto por la literatura, he amado leer libros desde la infancia pero con el correr de los años la novela histórica se apoderó de mi corazón y que hasta ahora es lo que más disfruto leer cuando no me agobia otro artículo médico; pero “El médico” no me aportaba ni la más mínima curiosidad. Hacía tiempo había leído un libro llamado “Sinuhé, el egipcio” de Mika Waltari el cual narraba la vida de un médico egipcio de los tiempos de Akenatón, desde su origen hasta su introducción en la complicada labor de tratar heridas, dolor e incluso su paso por la casa de la muerte en un transitorio paso como embalsamador, sus viajes por Mesopotamia, la medicina de los “salvajes” hititas, la emocionante Creta y su único amor en la vida: Minea (quien por cierto muere como sacrificio a Minos), sin olvidar de contar las innumerables campañas militares egipcias en donde hacía de sanador para finalmente llegar a convertirse en el Gran trepanador real: quien le da el Glorioso fin a Amenophis IV; me es imposible describir por completo la emoción que me causó esta lectura, disfruté tanto cada frase, cada hoja que cuando me sentí obligada a leer “El médico” esperaba que su calidad fuese tan grande como profesaban mis médicos adscritos y, ¿por qué no? quizá hasta ser mejor que “mi Sinuhé”.
Así llegó el momento, el día elegido por aquella fuerza sobrenatural que mueve el universo, misma que me hizo llegar a mis manos el afamado escrito de Gordon. El ritmo de lectura se volvió lento y fastidioso, una narrativa pesada en la que te explica mucho y nada a la vez, aportando datos innecesarios y lo peor aún, ni siquiera asombrosos o curiosos. Continué sin embargo mi lectura guardándole aún algo de esperanza, ansiaba tanto encontrar aquella magia que mis maestros decían poseía y que poco a poco cada uno de mis compañeros de clase se fueron sumando a las filas de culto a Noah Gordon. Hasta que mi esperanza murió cuando leí el encabezado de la última parte del libro: “El ciclo se cierra”; ¿eso era todo?

Efectivamente, las últimas cinco páginas fueron igual de secas que su encabezado. El libro se había terminado. Fue entonces que llegó el momento de cómo dice mi hermano: “ponerle veneno a las palabras”.

No es por afán de fastidiar ni por querer llevar la contraria a mis fanatizados colegas, pero Sinuhé me dejó tan conmovida que realmente esperaba mucho, mucho más del célebre médico Rob J. Cole que su viaje hasta medio oriente para estudiar medicina junto con Avicena resultó de lo más simplona y aburrido salvo por dos o tres peleas en tabernas. Cuando por fin consigue llegar a Isphan me dije “ahora viene lo bueno” (oh decepción), ni las clases de medicina, ni el Maristán, ni siquiera las conversaciones con Avicena eran interesantes y peor aún, no aportaba nada de conocimiento médico de la época salvo por el “mal del costado” que no se trataba más que de una apendicitis que aún no sabían como curar. De ahí en fuera no había en mi parecer motivos por los cuales debía sentir fascinación, es ahora cuando me pregunto ¿por qué mis compañeros y amigos se sienten identificados con Rob J. Cole? Fue tal vez su determinación a convertirse en médico lo que les atrajo pero que sin embargo en mi muy personal opinión no hizo más de lo que otra persona con decisión y voluntad no haya hecho ya.


De esta manera expreso pues mi profunda decepción de un libro considerado de culto por la sociedad médica que sin darse cuenta le quitan el verdadero crédito a un libro que es más antiguo que “El médico” y en mi parecer es mucho mejor que su contemporáneo, por eso es que para mí, “Sinuhé, el egipcio” es el verdadero médico.


Holy Terry
MIP

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